miércoles, 6 de abril de 2011

LA ÚLTIMA CIMA


Año de producción: 2010  Distribuidora: European Dreams Factory
Género:Documental Clasificación: Todos los públicos
Estreno:3 de junio de 2010
Director: Juan Manuel Cotelo
Sinopsis
El sacerdote madrileño Pablo Domínguez murió a los 42 años en un accidente cuando descendía del Moncayo.
Era la última cima española de más de 2000 metros que le faltaba por coronar, pero su vida no fue la de un montañero al uso.
Sus misas y conferencias estaban llenas de gente que deseaban oír sus palabras, incluso sus fieles le pedían que predicara allá donde viajaba.
Éste es el retrato de un hombre alegre, humilde y generoso que, según dicen los que le conocieron, sabía que iba a morir joven.

Los creadores de "La última cima" reconocen que no es fácil que los medios de comunicación se ocupen hoy en día de buenos modelos de sacerdotes, pero esta película intenta ser un homenaje a todos ellos a través de la figura de Pablo Domínguez Prieto.
Dirigido por el realizador madrileño Juan Manuel Cotelo (El sudor de los ruiseñores), este documental narra la historia real de un cura español que, a pesar de ascender importantes cimas nacionales e internacionales, nunca buscó la notoriedad. Una notoriedad que encontró el fatídico día que falleció a causa de un accidente en el Moncayo, en febrero de 2009.

Quienes conocieron a Pablo dicen que sabía que moriría joven y que quería hacerlo en la montaña. Ésta y otras historias se narran a través de las imágenes de este filme, al igual que su dedicación a la hora de predicar la palabra de Dios en misas y conferencias con alegría, humildad y generosidad.
Todo ello conduce a que el espectador se formule una pregunta comprometida: 
¿yo también podría vivir así?








Pablo Domínguez Prieto nació en Madrid el 3 de julio de 1966.
Se ordenó sacerdote a los 24 años.
Doctor en Filosofía y en Teología, publicó 7 libros y decenas de artículos, impartió más de 50 conferencias...
La última, doce días antes de morir, fue el detonante de un documental:


Dicen que era simpático y divertido hasta en las situaciones más graves. Que se le daba mal decir "yo", porque siempre estaba pendiente de los demás. Que era guapo. Que no tenía miedo a la vida ni a la muerte. Que estaba enamorado de Dios y lo contagiaba. Que sus misas estaban hasta los topes, porque daba gusto oírle predicar. Que era cercano con todos, incluso con quien le insultara por la calle, de quien acababa siendo amigo.

Era buen montañero. Coronó todas las cimas españolas con más de 2.000 metros, cimas de Los Alpes con más de 4.000 metros, y otras mayores en América y Asia. Siempre que podía, celebraba misa en la cumbre.

Sacerdotes, monjas y gente de toda condición le pedían que predicara ejercicios espirituales, por todo el mundo. Y no sabía decir que no. Eso le llevó a un convento cisterciense en Tulebras (Navarra), en febrero de 2009. Les habló de la muerte, con alegría. Al día siguiente subió al Moncayo (2.300 metros), la última cima española que le quedaba por conquistar.

Las últimas palabras que dijo a su familia por teléfono, unos minutos antes de morir, fueron: "he llegado a la cima".

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